Prueba Opel Crossland 1.2 Turbo 130 Aut.
Opel desde que entró a formar parte del grupo PSA, ahora Stellantis ha reestructurado su gama haciendo desaparecer algunos modelos y creando sinergias con otras marcas del grupo a fin de recortar costes y sobretodo unificar motorizaciones y plataformas. Uno de los primeros en desaparecer fue nuestro querido Meriva, que fue sustituido por este Crossland, que sigue siendo un utilitario y práctico vehículo familiar.
El Meriva era un Monovolumen y este Crossland sigue la imperante moda SUV, que es más atractivo pero algo menos práctico.
Al primer vistazo, el Crossland es bonito y moderno con su carrocería elevada, los plásticos protectores que cubren toda la parte inferior de la misma hasta los pasos de rueda o las llantas de gran diámetro, con otras muy características de Opel, tales como la decoración bitono que le confiere un techo flotante Por lo demás, las formas y proporciones del capó y los grupos ópticos, tanto posteriores como delanteros, le emparentan también muy directamente con el Grandland, su hermano mayor pero lo mejor de todo es que pese a esta estética de SUV, tan coqueto como robusto, estamos ante un coche realmente compacto.
Comparte plataforma con el Citroën C3 Aircoss, con una batalla de 2,60 metros, el Opel Crossland mide 4,21 metros de largo por 1,76 de ancho mientras que su altura total roza el 1,61. Es solo seis centímetros más largo que el citado C3 mientras que presenta una anchura y una altura casi calcadas.
Su tamaño recortado tiene grandes ventajas en la urbe, cualquier hueco de estacionamiento nos sirve, bien apoyados en un diámetro de giro bastante corto –10,8 metros entre bordillos–, una dirección de asistencia eléctrica francamente suave y sobre todo, un sistema de ayuda al estacionamiento con sensores delanteros y posteriores y cámara con visión trasera de excelente visibilidad.
El interior del Crossland nos brinda un buen acceso a cualquiera de sus cinco plazas, favorecido por su alta carrocería y también por una altura libre al suelo de 17 centímetros que implica, entre otras cosas, que todos los asientes se sitúen en una posición elevada. Así, el puesto de mandos se asemeja mucho más al de un SUV que al de cualquier utilitario, con un salpicadero ordenado y con una pantalla central que agrupa múltiples funciones y tiene un funcionamiento correcto.
El volante ofrece una buena regulación en altura y profundidad y sobre todo, los asientos recogen el cuerpo a la perfección. Además, la unidad de prueba incluía calefacción a estos asientos delanteros y en el volante. Por lo demás, la calidad percibida es buena en líneas generales.
Una de las bondades del habitáculo del Crossland es sin duda su funcionalidad, muy similar a la de cualquier monovolumen pequeño, aunque con algo menos de habitabilidad. Para empezar, tenemos numerosos huecos útiles a nuestra disposición, tanto delante como detrás. Bajo el elevado salpicadero nos encontramos con un espacio profundo para cargar por inducción nuestro smartphone, justo detrás se ubican dos posavasos y un mueble central con tapa y es que ni siquiera el freno de mano convencional resta desmerece en esta zona pues queda muy al alcance del conductor y no ocupa demasiado. Además, los huecos de las puertas y la guantera también son generosos.
Detrás, tanto el acceso como la altura libre al techo son amplios y las plazas traseras modulables marcan la diferencia. La banqueta con regulación longitudinal se desplaza 15 centímetros hacia delante o hacia atrás garantizando buen espacio para las piernas de los adultos, o incrementando el volumen del maletero notablemente, según nuestras necesidades. El respaldo también ofrece dos posiciones para reclinarse más o menos en marcha o plegarse por completo. Así, el volumen de carga puede ser de 410 o 520 litros con sus cinco plazas disponibles y de hasta 1.255 litros si prescindimos de las traseras. Por si esto fuera poco, un práctico doble fondo nos permite bien ocultar bajo el mismo determinados objetos o bien utilizarlo para enrasar la superficie cuando queramos aprovechar ese volumen máximo de carga.
En movimiento destaca en ciudad gracias al puesto de conducción elevado que garantiza una buena visión de nuestro entorno y especialmente del tráfico. Solo la luneta trasera, elevada y algo reducida, nos obliga a mirar más por los retrovisores exteriores que por el interior y confiar todo a la cámara y los sensores a la hora de aparcar.
En carretera abierta es un coche noble y bastante polivalente, sin ser un coche para todo, si nos permitirá hacer viajes con desahogo y salidas de fin de semana, el maletero es espacioso y sus prestaciones más que suficientes. El comportamiento es bueno sin ser tan cómodo cómo su primo de Citroën, compensa con un dinamismo superior y una confianza al volante mayor. No es un coche ruidoso ni vibra, lo que nos permite una conducción relajada y con un elevado confort.
La mecánica 1.2 Turbo es silenciosa y ofrece un buen empuje. Llama la atención que este bloque para ser un tricilíndrico, ofrece una suavidad de funcionamiento notable y es que solo en frío se aprecian algunas vibraciones y su rumorosidad es siempre escasa. Además, frente a un cuatro cilindros ofrece una respuesta mayor a medio y bajo régimen solo a costa de ser un poco menos elástico. Este propulsor de 130 caballos tiene un funcionamiento parecido al de un diésel, con buen par a bajas vueltas –el máximo es de 230 Nm a solo 1.750 rmp–.
El cambio automático por convertidor de par y 6 marchas es lo único que no acaba de ir fino, es lento y le cuesta responder, no afecta en exceso al consumo pero en conducción ágil es torpe.
Hablando de consumo, en nuestro caso se movió entorno a los 6,1 litros de media, una cifra correcta sin más.
Las prestaciones si que son notables, con una velocidad punta de 198 KM/h y tan solo 10,2 segundos pasando de 0 a 100 Km/h
Valoración Final.
Personalmente me decantaría por la versión manual de este mismo motor con un precio desde 22.000 euros lejos de los 27.000 que cuesta esta versión automática, aunque algo más equipada. El resto es lo que ofrece, buen espacio, confort, economía de uso y polivalencia, además es resultón.