Al Gran Premio de Arabia Saudí llega la Fórmula 1 en un estado de igualdad notable. Lando Norris manda (77 puntos), con Oscar Piastri (74), Max Verstappen (69) y George Russell (63) pegados a su estela entre los más destacados del Mundial. Los que deberían jugárselo, sin descontar a una Ferrari que sabe cambiar de ritmo a lo largo del calendario. De todos los casos, el más significativo es el del tetracampeón neerlandés, que pasó del show en Suzuka a un estado crítico. Pues viaja a Jeddah tras salir muy mosqueado de Bahréin. Terminó 6º -no era ni el puesto real del coche- y ve cómo su situación es la más delicada en mucho tiempo.

Max debe conjugar diferentes situaciones peculiares que se unen en un trazado óptimo para resucitar. Porque Jeddah vuelve a dar opciones a las manos de los pilotos, no hay degradación y podrá cerrar la brecha, especialmente, con McLaren. Pero llega en un estado anímico diferente, marcado por el enfado nada más bajarse del Red Bull en Sakhir. Las cuestiones se multiplicaron, el miedo entra en el equipo de la lata de bebida energética y su estrella no está nada conforme con lo que ve. Ya lo mantenía antes de Melbourne, pero la brecha, a la hora de la verdad, es mucho mayor en clave título.

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